domingo, 26 de julio de 2009

σε αναζήτηση της σοφίας

Buscando la sabiduría.

Nos encontramos en esta realidad sin motivo aparente para existir. Somos consciencia que anima un cuerpo mortal. La sucesión de situaciones nos confiere un nombre, una historia, una personalidad y poco a poco la existencia nos convierte en un personaje trillado, parte de la gran máquina devoradora de voluntades que comúnmente llamamos Vida.

El ser enceguecido limita su existencia ,por ignorancia y miedo, a trascender los aspectos más innecesarios de su vida y a permanecer dormido, convenciéndose de que su propio engaño es toda la realidad que existe. Así describe Platón la condición humana en el Mito de la Caverna, así explican los iluminados las tinieblas que nublan a la consciencia. Esa parece ser la condición del hombre hasta que despierta del profundo sueño en donde permanece inerte.

Solo encontrando la sabiduría nos liberamos de toda ilusión.

La ilusión es el apego por lo inexistente. Las emociones, los pensamientos, las sensaciones, las ideas, las opiniones. Todo es ilusión. La mayor mentira jamás dicha es la mentira que vivimos como real. La ilusión de existir.

Sin embargo, esta conclusión se encuentra al final del camino; después de haber comprendido que todos los sucesos existentes son resultados de una acción primera. La voluntad que acciona los principios de todo es Dios. Y nadie puede llegar a comprender a Dios sin antes haber comprendido su propio ser. El misterio de la existencia y el significado de nuestra vida es descifrar la voluntad divina que anima toda la creación.

Todas estas palabras, todos estos conceptos son solo las conclusiones de una mente imperfecta que busca la trascendencia. Asumiendo nuestro papel de seres humanos y comprendiendo que es nuestra naturaleza el cometer errores y que somos susceptibles a los estímulos de la realidad tan absurda que vivimos, me veo obligado a seguir concluyendo sin parar de cuestionar y a continuar en la búsqueda empírica de la sabiduría.

El viaje en esta búsqueda no es hacia los templos ni hacia las montañas, el viaje es hacia el interior. En el lugar donde uno se encuentra, ahí está la sabiduría.

Es cuestión de compartir con el mundo esa verdad, para despertar consciencia en los demás y cambiar esta realidad. Como bien lo dijera el oráculo de Delfos: "Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y sus dioses".